jueves, 8 de noviembre de 2012

Teletón, fraudulenta mercadotecnia de emociones


Como todos sabemos, el fenómeno del Teletón en México, al igual que el del Redondeo, Un Kilo de Ayuda y otras variantes de supuestas cruzadas de amor, solidaridad y espíritu altruista –promovidas, primordialmente, por los medios de comunicación electrónicos- se han constituido en excelentes espacios de caridad remuneradora en los que los ciudadanos y empresas tienen la oportunidad de construir credibilidad y mostrar ante los mexicanos su disposición para apoyar económica y moralmente a los niños que sufren alguna discapacidad, estudiantes de bajos recursos, damnificados por algún desastre natural, entre otras excusas que justifiquen su espíritu mercantil… perdón, fraterno.
La Fundación Teletón nació en 1997, por un lado, como una idea bondadosa de apoyar a los niños con discapacidad, y por el otro también con una intencionalidad lucrativa, y se ha convertido en un éxito gracias a sus grandes campañas de mercadotecnia (Andrés Valdés Zepeda y otros, 2008). Actualmente, dicha fundación ha construido 18 Centros de Rehabilitación Infantil Teletón (CRIT); administra el Fondo de Apoyo a Instituciones y ha consolidado el sistema de rehabilitación infantil privado más grande del mundo.     
Recordemos que, según el artículo 31 de la Ley de Impuestos sobre la Renta, las empresas pueden deducir de sus impuestos todo el dinero que den para la construcción de obras que debería hacer el gobierno, como hospitales y centros de rehabilitación. He aquí la primera paradoja: el Teletón promueve, con el dinero que la gente dona de buena fe, la edificación de centros de rehabilitación infantil privados, cuando lo ideal es que sean públicos.
La segunda incongruencia es que Fundación Teletón ayuda a Televisa a deducir impuestos con el dinero aportado por la ciudadanía. Sin embargo, esta organización prácticamente nunca les da a los ciudadanos recibos para deducir sus donaciones, aunque ahora invita a solicitarlos electrónicamente en www.teleton.org
Otra irregularidad radica en que, año tras año, al final de la recaudación, el dinero que aporta la muchedumbre siempre rebasa la meta establecida al inicio de dicha campaña caritativa. Televisa deduce sus impuestos, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público le devuelve los millones de pesos sobrantes, pero esta empresa no le regresa ni un peso a la gente que donó para esta supuesta cruzada filantrópica y altruista. 
El Teletón es un gran negocio cuyo éxito radica en el esquema de suma positiva donde todos los involucrados ganan y en el uso intensivo y profesional de la mercadotecnia de las emociones en la que Televisa usa toda su tecnología, su experiencia en manipular los sentimientos del telespectador y su poder de penetración, para promover un espectáculo lucrativo, en días cercanos a la navidad.    
Recordemos que ya Giovanni Sartori demostró en su excelente libro «Homo videns. La sociedad teledirigida» (2006) el poder político de la televisión, la formación de la opinión pública a través de este medio, el probable postpensamiento que está generando la nueva cultura audiovisual y, por supuesto, que la imagen también miente, por lo que no todo lo que vemos en la «caja idiota» es la realidad.
Es indudable que la manera como se planea y realiza el Teletón sigue despertando sospechas, porque se ha convertido en un espectáculo barato que contribuye, además, a reproducir la cultura de la simulación. Será necesario reinventarlo, resignificar su enfatizado espíritu altruista y darle dirección social para que impacte verdaderamente en el desarrollo comunitario y cultural de nuestro país.