sábado, 5 de mayo de 2012

El amor en los tiempos de las redes sociales


Cuando el informático británico Timothy Berners-Lee desarrolló la World Wide Web para la CERN en 1989, nunca imaginó los alcances sociales que la supercarretera de la información tendría sobre las necesidades afectivas de las personas hasta llegar a convertirse, precisamente, en un derecho humano universal.
Ya lo señalaba Carlos Monsiváis en su libro Del Rancho al Internet (1999): la moda y la gran necesidad en América Latina de hoy es la tecnología de punta, el estar al día en informática, el renovarse según los ritmos y demandas estructurales de la globalización. en ese sentido, no debe extrañarnos que en latinoamérica sean los mexicanos quienes más utilicen la Internet para encontrar pareja.
Coincido con Maricruz Pineda Sánchez (2011) en el sentido de que, en la época reciente, predominada por emigrantes y nativos cibernéticos, resulta necesario entender cómo funcionan estos nuevos modos de acercarnos para sacar provecho de ellos y lograr el éxito en las relaciones amorosas, pues las redes sociales están creando renovados rituales de emparejamiento que nos dan posibilidades inéditas para ponernos en circulación. de hecho, para los jóvenes, las redes sociales juegan un papel relevante en los ciberligues, al grado de influir en la duración y término de éstos.
No obstante, Internet sólo es un simple medio de comunicación mediante el cual se sigue perpetuando, en algunas ocasiones, la conocida premisa psicoanalítica de que la mujer ofrece sexo para obtener amor y, el hombre, exactamente lo contrario. Entonces, como dijo el actor estadounidense Groucho Marx, «¿por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?».
La Internet está propiciando, sin duda, una desorientación en el laberinto de las pasiones; presenta las relaciones afectivas como un artículo de consumo, degradando su esencia de amor y compromiso y promoviendo el deseo sin amor; incentiva la infidelidad real o virtual, engendrada por la traición y la doble vida; banaliza la cultura y fortalece la inmediatez hedonista de aquellos internautas con baja autoestima y problemas de socialización en la vida real que buscan, salvo algunas respetables excepciones, una aventura o fantasía por la que están dispuestos a engañar y ser engañados. De ahí que muchos de los enamorados digitales sean hombres maduros que quieren reafirmarse con jovencitas; apuestos jóvenes ansiosos de validarse con sensuales mujeres maduras; madres solteras con una complicada vida privada; ancianos que anhelan ser jóvenes de nuevo y adolescentes que fingen ser adultos; gente que vive en estado de aislamiento y prefiere vivir de ilusiones, para evadir su frustrada realidad; mujeres que sueñan con encontrar el príncipe cibernético que les sacará de una crisis emocional, entre otros psicodinamismos de defensa.
Los expertos en el tema coinciden en que la era virtual crea un intermediario que no juzga, no condena, no siente, pero que permite un acercamiento audiovisual, sin contacto. por eso, el hombre postmoderno está perdiendo sus sentidos de tacto y olfato, y en su lugar ha multiplicado el uso de sus facultades auditivas y visuales. Los teléfonos móviles reemplazan también el contacto físico y aunque son propicios para mantener una comunicación más fluida, no favorecen las verdaderas relaciones humanas. Esta correalidad hace que muchos cibernautas mientan en la red para encontrar pareja, lo que puede derivar en conductas depresivas, sociópatas o incluso delictivas.
Uno de los daños colaterales del amor on line es la ruptura de las relaciones de pareja ocasionada por la infidelidad por internet. incluso, las redes sociales se han erigido como dos importantes herramientas probatorias de adulterio en los juicios de divorcio en Estados Unidos. las cifras, según la American Academy of Matrimonial Lawyers, son reveladoras: 80% de pruebas de infidelidad presentadas en los juicios están emanando de las redes sociales, 66% de las personas que deciden divorciarse lo hacen a partir de la evidencia que han descubierto en Facebook y 15% han encontrado pruebas incriminatorias en Myspace y 5% en Twitter.
Asimismo, dicha asociación señala que las causas por las cuales se ven afectados los matrimonios a partir del arribo de las redes sociales son, entre otras: los reencuentros con amores de antaño, dedicar demasiado tiempo a la red y descuidar los tiempos en familia, la posibilidad de vivir una fantasía que supere la realidad y conocer personas más afines a nosotros.
Tal es el contexto del ciberamor y sus demonios, y si bien es cierto que todos los riesgos que se corren al conocer a alguien por internet son los mismos peligros que se enfrentan en la vida real, lo cual exige al internauta ser precavido durante el flirteo virtual, no cabe duda de que es una realidad que llegó para quedarse.