lunes, 29 de julio de 2019

El carnaval en la literatura mexicana

El carnaval ha influido en la literatura, y en otras manifestaciones culturales, primordialmente, a través del lenguaje y las imágenes tan cercanas a lo sensorial, que disipan los estratos sociales y los prejuicios desde la semiótica de lo irreverente. En esa perspectiva, Mijail Bajtín denomina a esta expresión «literatura carnavalizada», la cual logró una singular forma de representación literaria que permite la excentricidad, las dicotomías y la resignificación de las conductas innatas y festivas del ser humano.

México no es la excepción en dicha expresión cultural. Recordemos que el carnaval, en la época de Sor Juana Inés de la Cruz, se manifestó, por ejemplo, mediante festejos de tinte religioso en los que marchaba un grupo de danzantes con disfraces y máscaras acompañados por figuras grotescas de gigantes y cabezudos, así como por la “tarasca”, un enorme dragón sobre ruedas, hecho de madera, lienzo y pintura, con ojos espantosos, fauces batientes que lanzaban fuego y humo, sobre cuyo cuerpo, lleno de escamas, iban montados varios personajes, bailando y brincando. La tarasca simbolizaba el diablo, la herejía y la idolatría (Antonio Rubial García, 2005).

Ya en el siglo XX, el escritor mexicano Ramón Rubín Rivas reveló, en sus memorias, que en 1937, ganó un premio en los juegos florales del carnaval de Mazatlán, el cual le permitió continuar su incipiente carrera literaria.

Otro texto carnavalesco donde aparece México es la novela Concierto barroco (1974), en la cual, el escritor cubano Alejo Carpentier retoma la indumentaria del emperador Moctezuma y la recrea en el contexto del carnaval.

Pero, indudablemente, la demostración más célebre de la «literatura carnavalizada» en nuestro país es el tríptico del carnaval de Sergio Pitol, integrado por las novelas Domar a la divina garza (1988), El desfile del amor (1984) y La vida conyugal (1991) en los que el autor utiliza diversos recursos narrativos como la intertextualidad y la parodia para carnavalizar la realidad, es decir, tomando como referente la definición de fiesta y carnaval de Mijail Bajtín, que Umberto Eco y Julia Kristeva sintetizan como una estética de la transgresión, en la que, mediante el disfraz, podemos invertir la realidad y el anonimato, permitiéndonos ser cualquiera. Por eso, en estas novelas ni hay amor, sino asesinatos; ni domesticación, y el matrimonio se presenta como una burla, un disfraz social de la relación de pareja, por lo que constituyen una rebelión contra la intolerancia y el dogmatismo (Maricruz Castro Ricalde, 2002).

Por su parte, Carlos Fuentes alude al carnaval de Mazatlán en el desenlace del cuento “El día de las madres”, incluido en Agua quemada (1983), y describe un desfile donde la reina del mismo se fuga con Agustín Vergara, un personaje central del relato.



En todos los ejemplos mencionados, la estética de la transgresión le da otro significado a la celebración de la vida y la muerte mediante un proceso de degradación de la naturaleza humana: la coronación, para que, después, lleguen la paliza, la caída final y el insulto. Este círculo termina, precisamente con el entierro de “Juan Carnaval” y da paso al miércoles de ceniza, momento de reflexión y arrepentimiento, como preámbulo a la Semana Santa, debido a sus implicaciones religiosas.

Como hemos visto, el carnaval (del italiano «carnevale»; “despedida de la carne), fiesta de la permisividad o comparsa del pecado previa a la Cuaresma, es un leitmotiv de la literatura universal, debido a que retrata el sentido teleológico del comportamiento humano. Decía Carlos Monsiváis que la diversión genuina (ironía, humor, relajo) es la demostración más tangible de que, pese a todo, algunos de los rituales del caos pueden ser también una fuerza liberadora. La literatura es una de ellas y, el carnaval, un pretexto.

martes, 19 de febrero de 2019

20 Aniversario de mi primer libro

En febrero de 1999, la revista Cultura de Veracruz, dirigida por mi amigo Raúl Hernández Viveros, publicó "El cuadro inconcluso", mi primer libro de cuentos. Dicho volumen está conformado por 20 relatos de temática variada.
El título del libro es el mismo de una narración que dediqué al maestro Gerardo Bandala Torres, creador de la hilografía en México.
Incluyo también los cuentos "Sin música" y "Bajo los puentes", textos que fueron premiados en concursos estatales del género.
Sin duda, este aniversario amerita un festejo para compartir con ustedes.

sábado, 5 de enero de 2019

Entrevista durante la Feria Nacional de Libro Infantil y Juvenil Xalapa 2018 (Vídeo YouTube)

https://www.youtube.com/watch?v=KsN-xN0rsE0&fbclid=IwAR2CrzttnuyEiIswvmTFYPaKY0uROSJ04aHr3Z8yuvW98cB9zhDSrtenTh8

Maestro de vida (Vídeo YouTube)

https://www.youtube.com/watch?v=epQA9K117p4

El libro digital no desplazará al impreso, será un complemento (Vídeo YouTube)

https://www.youtube.com/watch?v=vua20ftbgxI

miércoles, 2 de enero de 2019

2018, un año de espectros y reflejos

Este año se va con recuerdos y cicatrices de acontecimientos cruciales en el panorama internacional, algunos de ellos con repercusiones significativas en nuestro país.

Así, la reunión de Donald Trump con Kim Jong-un en la cumbre de Singapur; las protestas de los chalecos amarillos en Francia, para reclamar mayor justicia social, pues no sólo de fútbol vive el hombre (me refiero al segundo mundial que obtuvo en Rusia); la crisis en Yemen con más de 20 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria; la guerra en Siria; el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén; la incertidumbre del Brexit en el Reino Unido; los estragos del cambio climático y el escándalo de Facebook al ser acusado de injerencia rusa en la campaña presidencial de Estados Unidos y pirateo de los datos personales de millones de usuarios fueron sucesos cuyas consecuencias se verán en el 2019.

En tanto, México vivió tres momentos de reencuentro con su historia: las elecciones presidenciales del hartazgo social en las que se revirtió el fraude de 1988 y se posicionó un régimen de izquierda representado por Andrés Manuel López Obrador. Asimismo, el 2 de octubre se cumplieron cincuenta años de la infame represión estudiantil de 1968 en Tlatelolco, y también se abrió un camino de esperanza para aclarar la masacre de Ayotzinapa. Y, a unos días de la transición presidencial, apareció, de manera extraña, una caravana migrante proveniente de Honduras, El Salvador y Guatemala, la cual quedó varada en la frontera de nuestro país con Estados Unidos. Al parecer, los centroamericanos comienzan a desistir en la búsqueda del sueño americano. Hay quienes piensan que sólo fue una estrategia de Donald Trump para justificar la construcción del muro fronterizo y un arma electoral con ideas radicales en contra de la inmigración. Afortunadamente, dicha estratagema no le funcionó, ya que perdió la Cámara de Representantes, lo que hará mucho más incómodos los dos años que le quedan para cumplir su primer mandato.

No obstante, a México, este escenario lo pone en una encrucijada moral, debido a que es un reflejo de su crónica migratoria hacia EE.UU. y su posición histórica ante estos fenómenos sociales. Recordemos que, en 1939, permitió la entrada de los exiliados republicanos españoles que huyeron de la guerra civil o las facilidades que brindó para recibir a los expatriados de las dictaduras en Sudamérica en los años 80 y 90.

Finalmente, los adioses (aludiendo al estupendo film sobre Rosario Castellanos estrenado este año) del expresidente norteamericano George H.W. Bush; de Stan Lee, co-creador del universo Marvel; de nuestro enorme Fernando Del Paso; de Sergio Pitol, el mago de la palabra; del cineasta italiano Bernardo Bertolucci y del reconocido científico Stephen Hawking, entre otras celebridades, dejarán huella en los recuerdos del porvenir, parafraseando la insigne novela de Elena Garro (1916-1998), de quien se conmemoraron veinte años de su fallecimiento.

domingo, 30 de marzo de 2014

Buscando a la Chingada en El laberinto de la soledad

En el marco del centenario del natalicio de Octavio Paz (1914-1998) y dada la predilección que tengo por El laberinto de la soledad, magistral ensayo de nuestro Premio Nobel de Literatura, quise revisitar esta obra sobre la cual ya han opinado brillantes plumas, pero que no han analizado, al menos con el rigor debido, la idiosincrasia del mexicano expresada en el lenguaje mismo.
     En el Capítulo IV de la mencionada obra, Paz señala que en nuestro lenguaje diario hay un grupo de palabras prohibidas, secretas, sin contenido claro, y a cuya mágica ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o sutiles de nuestras emociones y reacciones. Palabras malditas que sólo pronunciamos en voz alta cuando no somos dueños de nosotros mismos. Una de ellas es el vocablo chingar.
     El Diccionario de la lengua española de la Real Academia, al momento de escribir estas líneas, define este verbo regular como importunar, molestar. En tanto, únicamente ha aceptado los siguientes significados, todos malsonantes, de la expresión Chingada: adjetivo referente a alguien que ha sufrido daño; sustantivo femenino para aludir a una prostituta; ah chingado es una locución interjectiva para expresar sorpresa o protesta; me mandó a la chingada se interpreta como una locución adverbial para expresar un paseo; esta canción está de la chingada es una locución adjetiva que significa pésima, e hijo de la chingada es un eufemismo que se interpreta como hijo de puta.
     Por su parte, el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua (2011), es más generoso en la admisión de términos derivados del verbo chingar, aunque casi todos clasificados como populares/coloquiales/vulgares, por lo que encontramos locuciones como chinga, chingá, chingado(a), chingadazo, chingadera, chingaderita, chingamadral, chingaos, chingaquedito, chingativo, chingón, chingonería, chínguere, chinguetas, entre otras.
     Desde una perspectiva menos académica, pero no por ello carente de creatividad, en El Chingonario (2010) de la editorial Algarabía podemos encontrar más acepciones de esta versátil y polisémica palabra.
     Recordemos que Octavio Paz se enfrenta al agobio de nuestra historia, y al de la dificultad de insertarnos en la historia grande del mundo, tema característico de la reflexión hispanoamericana del siglo XX y que continúa en estos tiempos de globalización y desigualdad socioeconómica. El laberinto de la soledad, como una lectura ontológica, demuestra que los eventos históricos tienen una influencia significativa en los sentimientos de pesimismo e impotencia que predominan en la mentalidad mexicana. Somos hijos de la Chingada, de la Madre violada, burlada por los españoles, durante la Conquista. Por antonomasia, el “Macho” es el Gran Chingón, el poder viril que subyace en el inconsciente de los mexicanos y justifica el machismo. “Chingar y que no nos chinguen” o “Hay que chingar porque atrás vienen chingando”.
     Por contraposición a la Virgen de Guadalupe, que es la Madre Virgen, y cuyos antecedentes están en la Nonantzin del México prehispánico, la Chingada es nuestra mítica Madre ultrajada. Eso explica que, ante la morenita del Tepeyac, el mexicano busque consuelo a su dolor y repudie a la Malinche, nuestra Eva nacional, según la representación de José Clemente Orozco, condenando toda su traición, lo cual implica un conjunto de gestos, actitudes y tendencias en el que ya resulta difícil distinguir lo español de lo indígena, y que se refleja en el malinchismo, primordialmente, deportivo.
     Dicha complejidad fenomenológica de la mexicanidad es analizada también desde el ámbito laboral por Rogelio Díaz Guerrero en Psicología del mexicano, libro en el que demuestra lo arraigados que estamos a las premisas socioculturales que la misma sociedad nos ha impuesto y de la abnegación que es el resultado obtenido, ya que anteponemos la afectividad a la búsqueda de una mejor calidad de vida.
     Coincido con Enrique Serna (2010) en que las dos actitudes que Octavio Paz sometió a la crítica, la del chingón y la del agachado, mantienen una desoladora vigencia. El imperio de los chingones terminará cuando los agachados dejen de admirarlos, pero mientras tanto, ambos bandos colaboran en la destrucción del país. Ya lo sentencia el conocido refrán: “No hay cabrón sin su pendejo”, lo cual retrata sin cortapisas la novela Un mexicano más de Juan Sánchez Andraka.
     Sin embargo, Paz también hace un llamado a la acción, en especial, desde Postdata (1969), continuación de El laberinto de la soledad, que escribió a raíz de la matanza de Tlatelolco, y en cuyas páginas afirmó su creencia en una profunda reforma democrática.
    Así que ya no se preocupe por lo malsonante y agresivo que pueda parecerle este vocablo cuyos significados, en México, son innumerables como sus derivaciones morfosintácticas. Y cuando lo manden a la Chingada, puede usted visitar las localidades con nombres homólogos ubicadas en el municipio de Perote, Veracruz, o en el municipio de San Gabriel, Jalisco, donde hay un agradable rancho para dar un paseo, como lo define la Real Academia Española.