viernes, 2 de noviembre de 2012

Para estos días de muertos


Una celebración más de los días de los fieles difuntos se aproxima y, mediante estas líneas, quiero compartir con ustedes algunas sugerencias para rememorar el profundo significado que tiene la muerte en nuestra cultura y, en el ámbito médico, en disciplinas como la tanatología.
Podemos comenzar por escribir algunas calaveras literarias, que son versos elaborados de manera satírica y creativa donde se hace alusión a alguna cualidad o defecto de un personaje o de asuntos de interés general o que están de moda, irreverentemente y con una ágil escritura.
Después, podríamos colocar una Catrina de papel en la escuela, en nuestro lugar de trabajo o en casa. Recordemos que dicha estampa, además de ser la imagen mexicana por excelencia sobre la muerte, en 2010 cumplió cien años de haber sido creada por el reconocido grabador mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913), y cuya remembranza inspiró la realización del cortometraje La Catrina en trajinera.
Ya cuando coloquemos nuestro altar de muertos, reverberemos la génesis ancestral de sus elementos prehispánicos como la inevitable referencia a Mictlantecuhtli, dios azteca, zapoteca y mixteca del inframundo y de los muertos; de las calaveritas de azúcar cuyo origen se remonta al tzompantli, que fue la práctica entre los antiguos mesoamericanos de decapitar a las víctimas de los sacrificios humanos y conservar sus cráneos en una especie de empalizada de madera, o el Xantolo, en la Huasteca Veracruzana. No se confunda dicho ritual precolombino con las actuales decapitaciones que realizan los sicarios en la presente lucha estéril contra el narcotráfico, la cual ha dejado más de 60,000 asesinatos relacionados con el crimen organizado en el casi sepultado sexenio de Felipe Calderón, cifra que, además de superar los fallecimientos que dejó la Revolución Mexicana, incrementará, significativamente, los altares de este año.
Otro factor a considerar es el culto a la Santa Muerte, que está vinculado a distintos tipos de delincuencia como el trasiego de estupefacientes, asaltantes y personas de distintos estratos sociales que se dedican al comercio informal, prostitución, ambulantaje o piratería. Sin embargo, es un error pensar que el culto a la parca sea practicado únicamente por personas o grupos delincuenciales, ya que la reverencia a ésta proviene desde los prehispánicos. Dicho culto parece ir aumentando debido al imaginario social sustentado en el discurso sugestionable de la muerte redentora, ya que la religión ha perdido credibilidad; la gente necesita creer en algo que resuelva sus demandas y la huesuda parece resolverlo todo en la inmediatez, bajo el axioma de que nadie se salva de ella.
En cuanto a literatura, recomiendo leer, de entre nuestro amplio acervo nacional, La muerte tiene permiso de Edmundo Valadés; la excelente novela Macario de Bruno Traven, llevada al cine con un guión magistral de Emilio Carballido en 1964, o la novela En días de muertos, de Berta Hiriart, en la que se ofrece una agradable estampa intercultural de la tradición abordada.
Así es que, durante estas festividades, cuando disfruten de un delicioso tamal, acompañado de un chocolate humeante y una hojaldra, tengan presente la riqueza cultural de nuestra nación, la cual nada tiene que ver con el Halloween, festejo proveniente de la tradición celta, muy distinta a nuestra idiosincrasia e identidad sociocultural.